Hola!
Aprovecho la calma del fin de semana para contar una cosa que me pasó hace unas semanas.
Resulta que cuando voy a ir a Donosti y coincide que voy sólo, me meto en una página (blablacar) y pongo un anuncio diciendo que voy para allí, tal día, a tal hora, y la gente me escribe para que le lleve y compartir gastos. Lo llevo haciendo un tiempo y la verdad es que es muy recomendable; es más barato y se te hace el viaje más ameno.
Pero claro, sabiendo que me pasan cosas raras de vez en cuando, era cuestión de tiempo que pasara alguna cosa digna de mención aquí.
Salí de Madrid. Iba a llevar a un chico y a una chica, pero el chico en el último minuto falló. De manera que llevaba a esta chica, a la que cariñosamente llamaré Arrepentida Pasajera (AP).
Pues salimos de Madrid, y todo normal.
Hablando de esto y de lo otro, que si dónde curras, que si has visto alguna peli de los Óscar... esas cosas. La AP era normal, una chica normal, sin nada reseñable.
Y con una pasajera normal, y un viaje normal, todo iba normal... hasta que pasó.
Estábamos a la altura de Vitoria, cuando noté el típico olor a putrefacción, mezcla de fábrica papelera y estiércol nauseabundo que empezó a entrar por los conductos de aire.
Así que, reacción natural, cuando noté esa peste dije:
"¡¡Uf!! Estiércol!!" y le di corriendo al botón de evitar que entre el aire exterior.
Todo habría acabado ahí, de no ser por lo que pasó inmediatamente después.
AP: "No...no... es que... lo siento, de verdad, he sido yo... es que me encuentro mal, tengo la tripa revuelta, y... lo siento, lo siento... de verdad..."
La mujer, la verdad, estaba bastante pálida.
Reacción mía: Me abalanzo sobre el cuadro de mandos otra vez:
Yo: "Ah!! pues que entre el aire, que entre!" Y volví a activarlo subiendo la potencia. Después de todo, si me desmayaba podíamos tener un disgusto.
La pobre AP no volvió a abrir la boca en la hora que quedó de viaje. Medio descompuesta, medio avergonzada, medio ¿humillada?, pero no fue mi intención.
En mi defensa diré: ¿Quién le mandaba confesar? Ese olor a auténtica mierda era perfectamente creíble que fuera exterior!!! Vamos, que hasta llegar a Donosti temí por que le saliera un Gremlin de dentro.
Nos vemos!
Pd: ¿alguien quiere que le lleve en coche?
Cuando Haces Blog Ya no hay STOP! (II)
1 de marzo de 2014
22 de enero de 2014
EXPERIENCIAS EN UNA ZAPATERÍA
Hola!!
Bueno, antes que nada, guardemos un
línea de silencio por mi antiguo blog, que no puedo seguir editando por culpa
de un virus.
Bien, hecho esto, os anuncio que
esta será la nueva ubicación de mi blog! Es una continuación del anterior, que
tras ser víctima de un virus he tenido que abandonar.
Sigue activo, pero no puedo
manipularlo. De manera que a partir de ahora escribiré aquí. Para celebrar esta
reinauguración, os dejo varias historias de los últimos meses, seguidas durante
estos días.
Y empiezo con la más reciente. La
compra de zapatos.
Hace poco me fui a dar una vuelta a
ver si veía algo interesante pa comprar, de ropa y tal. Pasé por delante de una
zapatería y dije: pues mira, no me vendrían mal unos zapatos. Y entré.
Había bastante gente. De hecho,
estaba casi llena, porque no había apenas huecos en los bancos donde uno suele
probarse los zapatos. Pero entré igualmente. Y luego me arrepentiría.
Fui a la pared donde tienen
expuestos los zapatos de hombre, y eché un vistazo. Como de costumbre, empecé
filtrando las opciones preguntando de qué modelos tenían mi talla, porque es
decir 46 y ya te ponen cara rara.
Una vez descartados de esta manera
el 90 % de los modelos, miré los demás y elegí tres que estaban bastante bien.
Me acerqué a la ED (Estresada Dependienta) y le pedí que me trajera esos
modelos en mi talla para probármelos. Desde que recibió mi petición hasta que
desapareció por la puerta de la trastienda, recibió otras cuatro peticiones de
más gente, así que no tenía todas conmigo de que fuera a traerme lo que quería,
pero bueno, esperé y me hice fuerte en la esquina de un banco que estaba libre.
Al poco vi aparecer una pila de
cajas de zapatos, de unas 9 cajas de alto aproximadamente, tras la cual venía
la ED. Iba soltando cajas a medida que avanzaba, e increíblemente acertaba con
el pedido de cada cliente. Llegó a mí, y me soltó mis tres cajas. Y me probé
entonces mi primer par, que no me convenció mucho. Probé el segundo que me
gustó bastante, era casi imbatible. Y probé luego el tercero, que no estaba
mal, pero no tan bien como el segundo. Así que estaba decidido. Aprovechando
que la ED pasaba por delante, le dije cogiendo el segundo par:
Yo: “Me llevo estos, gracias”.
ED: “Muy bien vente a caja!” me dijo
sin apenas girarse, corriendo hacia la caja.
Me levanté, y fui a caja; hice los
trámites típicos del pago con tarjeta y me despedí. Me abrí paso entre el
cúmulo de piernas y zapatos que poblaba el suelo de la tienda y alcancé la
puerta. Cuando salí a la calle, de repente, “piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”, un sonido
muy incómodo y enervante empezó a sonar junto a mí. Me paré en seco.
Me di cuenta de que todos en la
tienda me miraban. La ED se giró y vio que estaba yo parado en la salida. Al
mirarme, levanté la bolsa con lo que acababa de comprar. La ED hizo un gesto
afirmativo, y salí.
Me fui entonces calle abajo, y diez
minutos más tarde mientras miraba un escaparate se me cayó una bolsa que
llevaba. Y al ir a cogerla… OH, DIOS, MÍO. No lo podía creer. No podía ser
cierto. No podía estar pasando.
En un pie, el izquierdo, llevaba mi
zapato. En el derecho, el modelo que me había probado del tercer zapato, que
finalmente había descartado. Se me había debido de olvidar quitármelo… Llevaba
en la bolsa el modelo comprado, y en UN pie, un modelo que había descartado, de
manera que en la tienda había olvidado mi otro zapato que traía puesto, y la
pareja del nuevo que llevaba calzado.
Pensamiento inmediato: “Soy
gilipollas”.
Pensamientos siguientes: “MUY
gilipollas”… “Bueno, ¿y ahora qué?”… “Podría irme así a casa…” … “pero parezco
tannnn tonto con un zapato de cada modelo….” … “¿Por qué me pasa esto”…
“¿Vuelvo? ¿Y qué digo?” …. “¿Por qué me mira esa señora?” … “¿Estaré pensando
en voz alta?”
Así que decidí irme de allí y volver
hacia la zapatería a estudiar la situación. Poco más tarde estaba en la
zapatería, mirando desde el escaparate. Seguía bastante llena… y ¡¡oh milagro!!
Mi zapato seguía en el suelo, debajo del banco. O no lo habían visto, o lo más
probable, con tanto caos aún no lo habían recogido.
Entonces dije, de perdidos al río, a
ver qué pasa, y entré. Claro, al entrar: piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Otra vez la
alarma, que por otro lado ya entendía por qué había sonado la primera vez. Otra
vez el silencio en la tienda, la gente que mira, la ED que alza la vista, y yo
ahí levantando mi bolsa con cara de bueno. La tía esta vez me miró más
extrañada en plan: “y este, ¿pa qué vuelve?”.
Pero volvió a lo suyo, tenía una
cola considerable en caja. Entré, me acerqué a la pared de zapatos de chico
otra vez, y cogí uno al azar. Me senté en el banco justo encima de mi zapato
olvidado, me quité el que llevaba puesto por error, y me puse el mío. Entonces
me levanté, me acerqué a la salida, y pasé la puerta discretamente como
esperando el piiiiiiii que nunca llegó, porque esta vez no llevaba nada ajeno
encima.
Y me fui por patas, tan rápido como
mis viejos zapatos me permitieron.
Esto es todo!! Ya veis qué bien
empezamos el año…
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